La historia de un crimen
Estabas temblando cuando te decidiste a hablar. Tu respiración era intermitente, te ahogabas con tus propias palabras. No me mirabas a los ojos, la culpa te impedía hacerlo. O quizá la vergüenza de saber que habías fallado. Seguro que pensabas en toda esa gente que se quejaba de su rutina, que en ese mismo instante estarían trabajando y lamentándose por lo dura que era la vida. Sí, qué horror, tenían una rutina. No puedo imaginar lo que darías tú por volver a la tuya en este instante. Seguro que no podías creer lo increíble que era que nadie se hubiera dado cuenta. Para ti, todo era distinto, habías cambiado. Pero para el resto del mundo había sido otro día más. La vida seguía y tu te estabas consumiendo porque no sabías cómo ibas a seguir con la tuya. Creo que llorabas de impotencia. Incluso yo, al otro lado de la habitación, podía notar el disparatado latido de tu corazón. Estabas frenético e indeciso, como si estuvieras a punto de cometer el mayor error de tu vida. No, en realidad, ...