La historia de un crimen

Estabas temblando cuando te decidiste a hablar. Tu respiración era intermitente, te ahogabas con tus propias palabras. No me mirabas a los ojos, la culpa te impedía hacerlo. O quizá la vergüenza de saber que habías fallado. Seguro que pensabas en toda esa gente que se quejaba de su rutina, que en ese mismo instante estarían trabajando y lamentándose por lo dura que era la vida. Sí, qué horror, tenían una rutina. No puedo imaginar lo que darías tú por volver a la tuya en este instante. Seguro que no podías creer lo increíble que era que nadie se hubiera dado cuenta. Para ti, todo era distinto, habías cambiado. Pero para el resto del mundo había sido otro día más. La vida seguía y tu te estabas consumiendo porque no sabías cómo ibas a seguir con la tuya. Creo que llorabas de impotencia. Incluso yo, al otro lado de la habitación, podía notar el disparatado latido de tu corazón. Estabas frenético e indeciso, como si estuvieras a punto de cometer el mayor error de tu vida. No, en realidad, como si ya lo hubieras hecho. No sabías qué hacer y por eso viniste a mí. Necesitabas que alguien supiera que no era un día cualquiera. Sabías que yo te escucharía, porque tengo demasiada curiosidad como para rechazar una historia como la tuya. Te frotabas las manos como si allí guardaras tu secreto más profundo. Puede que fuera cierto, porque mientras el mundo vivía, tú confesabas un crimen.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Especial día de la madre

Poesía

Quédate