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Mostrando entradas de noviembre, 2017

Como en casa

Me encanta hablar pero mis momentos preferidos son cuando no lo hacemos. Cuando no hacen falta palabras para describir ese momento, cuando no son suficientes... ¿porque cómo puedes definir las cosas esenciales de la vida? El olor a café por las mañanas, el color amarillo, las personas que quieres... No puedes, simplemente las necesitas y ya. Soy fiel creyente de que cuando uno lo precisa, debe hablar. Sin embargo, la sensación de saber que no necesitas hacerlo para que ese alguien te entienda... es maravilloso. Por una parte da miedo pensar que hay alguna persona por ahí en el mundo que te puede llegar a conocer incluso más que tú mismo o descubrir esos secretos que nunca pensaste que contarías. Asusta pero todos queremos algo así. Va en nosotros, porque da igual el momento, el lugar y el por qué, nos hace sentir como en casa. 

Los minutos perdidos

Todas las noches cuando me escondo bajo las mantas de mi cama siento que es el único momento del día que es verdaderamente mío. Desde que me levanto hasta que me acuesto, estoy haciendo cosas que no son para mí, estoy invirtiendo mi tiempo en algo que no es mío. ¿Quién me va a devolver ese tiempo? Nadie, porque todos cuidan del suyo. He llegado a un punto de mi vida en el que da miedo mirar atrás pero también hacia delante. Solo tengo el presente y siento que se me va. Paso la mayor parte de mi vida corriendo de un lado a otro, con prisas, convirtiendo todo en obligaciones. No sé a dónde me lleva eso, ¿dónde está el tiempo para mí? Para pensar, para hacer lo que me apasiona, para sentirme bien conmigo misma y para no hacer nada. A veces necesito aburrirme para apreciar los buenos momentos y estar sola, porque me he cansado de tenerle miedo a la soledad. De vez en cuando está bien. Por eso cuando me voy a la cama es mi momento preferido del día.

Las cosas que nunca te dije

Jamás te dije que me encantaba ver cómo se te iluminaban los ojos con un simple trozo de chocolate y encontrarte a las tres de la mañana en la cocina buscando algo dulce de comer. Tampoco que odiaba tus películas de domingo por la tarde, pero desde que no estás nunca me las pierdo. Siempre me pedías que te ayudara a buscar algo que habías escondido anteriormente pensando  que era un buen lugar. Me quejaba y no te trate como merecías, pero nunca te dije que lo haría mil veces más. Nunca te dije lo que significaban para mí los cuentos que me leías cuando era pequeña en la hora de la cena, era mi hora preferida. Tampoco te dije que no me importaba responder a la misma pregunta cincuenta veces y que me encantaba lo presumida que eras, porque así me dejabas peinarte. Los abuelos tendrían que ser infinitos, y aunque no te lo dije tantas veces como debía, te quiero.